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OTRA FACETA. Poeta Rodolfo Hinostroza y su mirada al 2012. (Foto:CMS).

Rodolfo Hinostroza y El tercer diluvio

Publicado: 2012-05-22

El poeta Rodolfo Hinostroza acaba de publicar Tercer diluvio, un interesante ensayo histórico mitológico, no en el formato tradicional –el impreso– sino en el digital, acoplándose a los nuevos tiempos. El libro electrónico puede adquirirse a través de Amazon  (http://www.amazon.com/dp/B007X3NYUU).

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

–Inicias el libro con una serie de interrogantes, como dónde estuvo la Atlántida, si existieron o no gigantes sobrehumanos, qué significan los Moai de la Isla de Pascua, qué simboliza la Gran Muralla China, entre otras muy interesantes. ¿Logras responderlas?

Desde luego, y en eso está la gracia, en aportar respuestas y no seguir abundando en preguntas. Verás, en nuestros días hay una serie de cuestionamientos a la manera académica de plantear la Historia y la Antropología, que se muestran incapaces de dilucidar enigmas como esos, que son dejados a los autores de ciencia-ficción, al periodismo sensacionalista, a las sectas esotéricas y a cualquier profeta improvisado. No hay un intento serio de replantear esta historiografía centrada únicamente sobre el Hombre, como único protagonista de ella, Rey de la Creación en suma, como en la más oscura Edad Media, que excluye en consecuencia cualquier discurso mítico o no académico que cuestione esta pretensión extraordinaria…

–Imagino que tú sí lo haces…

Desde luego que sí,  con todos los riesgos que esto comporta. Para comenzar, mi discurso incorpora al Mito como fuente histórica, cosa que Heródoto, llamado “el padre de la Historia” excluye, taxativamente y de manera arbitraria. De este modo la historiografía comienza coja, automutilada, tuerta, insípida, pues el Mito es el único registro articulado de los tiempos remotos, y si lo sacamos del juego no hay manera alguna de saber lo que pasó antes del siglo V antes de Cristo. Es como si llegáramos tarde a la función teatral, después de pasado el Primer Acto, y nos perdiésemos ese elemento crucial para la comprensión de la obra: ¿cómo comenzó todo, cuál es el origen de esta tragedia, cuál es la trama, quiénes son los buenos, quiénes son los malos? Llegamos pues cuando los juegos ya están hechos, los destinos anudados, la sangre derramada, y nos encontramos completamente perdidos en ese laberinto incomprensible, y si ya nos cuesta trabajo seguir el desarrollo de la obra, mucho menos podremos prever cuál será su final, su Tercer Acto.

¿Y cuál será nuestro final?

Para saberlo, es preciso conocer el principio, como acabo de decirlo, y eso sólo se puede saber a través de una lectura de los mitos… Por eso mi libro comienza con el Mito de las Cinco Razas que poblaron la tierra desde tiempos remotos, y que nos es reportado por Hesíodo en su libro “Los trabajos y los días”, pues en él se definen los protagonistas de este drama, los escenarios en donde va a desarrollarse la acción, el tiempo en  que transcurre. Pero esto nos plantea también un problema crucial, que nos ha sido cuidadosamente escamoteado por los académicos antropocentristas, para quienes el Hombre es el único protagonista de la Historia, ya que para Hesíodo, por el contrario, el hombre es la última rueda del coche, por así decirlo, y nace sojuzgado a las cuatro poderosas razas que habitan por entonces el Planeta Tierra. El hombre es un enano entre gigantes, para decirlo claramente, pues las otras razas en presencia lo aventajan en talla, peso, habilidad, inteligencia, y sobre todo por el hecho de nacer dotados de habla, cualidad de la que el hombre nace cruelmente desprovisto…

¿Pero entonces, cómo llegamos donde hemos llegado? ¿Qué pasó con esos seres sobrehumanos?

Se han, simplemente, extinguido. Gobernaron el mundo durante muchos miles de años, edificaron todos esos templos y palacios ciclópeos que se encuentran dispersos en toda latitud: las Pirámides de Egipto y Centroamérica, los palacios de Angkor Vat, de Ajanta, de Karnak, de Olimpia, el Coliseo de Roma, los hipogeos de Malta, la fortaleza de Sacsayhuamán, los Moai de la isla de Pascua… la lista es larga. Nosotros los considerábamos dioses, pero resultaron ser tan mortales como nosotros, y mucho menos fértiles, de manera que no pudieron poblar el planeta en toda su extensión, como hicimos nosotros, y terminaron por extinguirse, por insuficiencia genética. Pero nos dejaron el lenguaje, nos enseñaron a hablar, en una palabra nos hominizaron…

–Es decir, serían algo así como nuestros ancestros o nuestros padres tal como la Biblia señala a Adán y Eva…

Sí, y como recompensa por habernos sacado de la animalidad, nosotros los sacamos de la Historia, los convertimos en seres de fantasía: dioses, gigantes, brujas, ogros que se comen a los niños que no quieren tomar la sopa. Así de agradecidos somos los humanos. Pero como sin ellos no podemos explicar cómo se edificaron esos templos gigantescos con piedras que pesan centenares y miles de toneladas, permitimos que charlatanes de todo pelaje pretendan que fueron construidos por extraterrestres, ante el cobarde mutismo de arqueólogos y antropólogos.

–Volvamos al título de tu libro. ¿Tiene que ver con el fin del mundo del que se viene hablando a raíz de una profecía Maya?

Pues sí, de eso se trata entre otras cosas. El Primer Diluvio sería el que destruyó la Atlántida hace unos 11,000 años, el Segundo sería el que la Biblia reporta, con el  arca de Noé y los animales, y el Tercero sería el predicho por la Profecía Maya. Pero no se trata del castigo de los dioses contra una humanidad impía, como lo pretenden ciertos mitos, sino de una catástrofe periódica, de origen físico, que depende más bien de un cambio del signo magnético de la magnetosfera que rodea la Tierra, que se produce cada 5,125 años por causas que desconocemos.

Hay muchos mitos que proceden de las más variadas culturas y coinciden en lo mismo: para los Mapuches del sur de Chile hay dos serpientes en los cielos,  una blanca, benéfica y otra negra, maléfica, que cambian de posición cada cierto tiempo y marcan las eras de la humanidad; para los Griegos hay dos ruedas en los cielos, que son movidas por Saturno y por Zeus en sentido contrario, y se van alternando, y para los Persas hay en el cielo dos dioses gemelos y enemigos, Ormuz, Dios de la luz, y Ahriman, Dios de la oscuridad, que se alternan cada 6,000 años, y provocan la felicidad y la infelicidad de los hombres. Pero lo que no han subrayado suficientemente los profetas del desastre, es que en el 2012 pasaremos del reino de la oscuridad al de la luz, y no a la inversa, que de la oscuridad ya estamos hasta la coronilla pues la hemos sufrido los últimos 5,125 años con su secuela de guerra, muerte, hambre y destrucción, y esta vez ya nos toca emerger hacia el reino de la luz y la felicidad que nos ha sido negada por un cielo adverso.  Como lo dice la Profecía Maya, será “el Fin del Tiempo del Miedo”, y el retorno de la paz y la armonía que reinaban en la mítica Edad de Oro, en el Paraíso que perdimos, en el luminoso Jardín de Ormuz…

Estás de vuelta a la utopía, Rodolfo…

Sí, pues… Pero antes tenemos que pasar por un Tercer Diluvio, para el que no estamos ni medianamente preparados, pues lo único que hemos hecho estos últimos milenios es prepararnos para la guerra: “Para bellum”. La única defensa natural que poseemos contra la invasión de las aguas son los montes, las montañas, las cordilleras. Hay que abandonar las costas y treparnos a los cerros, allí está la salvación. Y luego viviremos, por primera vez en nuestra historia, nuestra maravillosa Edad de Oro. Te recomiendo que lo leas, porque  además es muy entretenido.


Escrito por

Carlos M. Sotomayor

Escritor y periodista. Ha escrito en diarios y revistas como Expreso, Correo, Dedo medio, Buen salvaje. Enseña en ISIL.


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