Cuando Julio Ramón Ribeyro era para mí apenas unos cuantos relatos –brillantes y entrañables, por cierto– que había disfrutado en las clases de literatura del colegio (1), llegó a mis manos un librito suyo titulado Dichos de Luder (2). Un libro extraño, difícil de clasificar (más aún a mi corta edad). No eran cuentos, sin duda, y mucho menos una novela. Era un conjunto de reflexiones, aforismos o sentencias que provenían no de Ribeyro, aparentemente, sino de un personaje misterioso llamado Luder. Algunos esgrimen que se trata de un alter ego del autor de La palabra del mudo. Otros, más osados, señalan que se trata del mismo autor.
Es cierto que se pueden establecer coincidencias o similitudes entre Luder y Ribeyro. Sin embargo, nunca me interesó ese tipo de pesquisa biográfica. Llamaron más mi atención, desde esa primigenia lectura, el carácter irónico, punzante y lúcido de las reflexiones de aquel personaje, un escritor peruano medio de culto que vive en París, pero que luego decide abandonar de improviso aquella ciudad para regresar a su país. Y es que a través de aquellas inteligentes reflexiones del personaje uno puede ir construyendo los rasgos y la personalidad de éste, incluso datos de su biografía particular. Nos damos cuenta, por ejemplo, que se trata de un escritor con mayor dominio del texto breve (léase el aforismo 6) y alguien a quien el éxito le resulta indiferente o, incluso, hasta sospechoso. También podemos encontrar la mirada personal del personaje sobre temas como la creación, el arte, el amor, la amistad.
Si bien con aquellos primeros cuentos, leídos en la escuela (“La insignia” o “El profesor suplente”, por citar un par), inicié mi vínculo con la obra de Ribeyro, creo que fue con Dichos de Luder que emerge mi devoción como lector de su obra (3). Desde hace unas semanas, en una plausible decisión (4), Lápix editores ha puesto en circulación una nueva edición de Dichos de Luder, bajo el cuidado de Jorge Coaguila (quien hace un interesante colofón) y con el diseño e ilustraciones de Lorenzo Osores. Un libro ampliamente recomendable que se puede encontrar en la Feria internacional del Libro de Lima. No se arrepentirán.
…
Notas
(1). Clases dictadas por un joven Camilo Fernández Cozman en el colegio Nuestras Señora del Rosario.
(2). En la edición de Jaime Campodónico, que mi padre llevó a la casa.
(3). No solo sus cuentos, ampliamente reconocidos sino aquellos libros de textos breves, fragmentarios como son Dichos de Luder o el también genial Prosas apátridas. O sus diarios personales reunidos en La tentación del fracaso. Incluso, sus novelas (especialmente Crónica de San Gabriel, para mí).
