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loable iniciativa del colectivo Bandera azul. (foto: difusión)

¿Está linda la mar?

La urgencia de colectivos como Bandera azul, que ayuden a tomar conciencia de la necesidad de mantener las playas limpias, y la importancia de denunciar todas las prácticas racistas en torno a los balnearios

Publicado: 2015-02-13

Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR 

Cuando era niño, el verano pintaba distinto. Quizás porque a esa edad las únicas preocupaciones se limitaban a las de pergeñar una serie de planes para las vacaciones. Planes que indefectiblemente me dirigían al balneario de Ancón, a una bonita y amplia casa de color rosado, espacio de veraneo de una tía abuela. El verano era, pues, sinónimo de Ancón. Disfrutaba de su mar calmo, de las bonitas embarcaciones que se avistaban desde muy cerca. Recuerdo con nostalgia aquellos paseos por el malecón con mi madre, a media tarde, comiendo helados a bordo de las clásicas anconetas.

Hoy, esas imágenes entrañables son apenas unos recuerdos de bordes amarillentos por el tiempo.

A fines de enero, mi amigo Wilfredo Ardito, abogado e infatigable en su lucha contra el racismo, comentaba con desconsuelo que las prácticas discriminatorias de ciertos residentes del balneario continúan, férreas y prepotentes. Unos hombrecitos ataviados con polos de color verde tenían la misión de delimitar los espacios e impedir el libre tránsito, guiándose, aparentemente, por las tonalidades de la piel.

Las playas son públicas y nadie puede restringir su uso. En teoría, al menos. Alertados de esta situación, la Defensoría del pueblo y algunas autoridades se pronunciaron al respecto, en defensa del libre tránsito. Lamentablemente, la situación parece haber empeorado. Las restricciones continúan, pero ahora tienen el aval del municipio de Ancón. Lamentable.

Entre las excusas que se esgrimen para justificar la discriminación, la más recurrente es aquella que dice salvaguardar la limpieza de la playa. Loable y justificable preocupación. Sin embargo, este sería simplemente el velo que ocultaría las prácticas racistas de fondo. ¿Acaso aquellos hombrecitos de verde tienen cualidades de videntes para saber que tal o cual persona van, en unos minutos, tal vez, arrojar sobre la arena la envoltura de un helado de vainilla con chispas de chocolate? ¿No bastaría con mantenerse alerta ante cualquier acto que ensucie la playa?

Lamentablemente, se ha extendido en el peruano (en todos los sectores) el mal hábito de la suciedad, como señaló en una columna periodística Aldo Mariátegui –con quien no suelo coincidir–. Lo vemos a diario, en cualquier parte y en todo momento: personas, pudientes y humildes, arrojando desperdicios al suelo. Y esas actitudes, claro, se replican en un espacio de esparcimiento como las playas.

¿Implementar sanciones más drásticas? Sí, por supuesto. Y velar por su cumplimiento, sobre todo. También ayudan las campañas de re-educación. Una de ellas es la que lleva a cabo el colectivo Bandera Azul (conformado por un entusiasta grupo de jóvenes estudiantes de ISIL), que busca, precisamente, sensibilizar a los bañistas sobre la importancia de cuidar y mantener limpias nuestras playas. Una iniciativa plausible desde todo punto de vista y que sería importante y necesario replicar, quizás a mayor escala.

Francesca Venturi, jefe de relaciones públicas del colectivo, me comentaba hace unos días del convenio que han suscrito con la Municipalidad de Barranco para realizar actividades (activaciones lúdicas) en las playas del distrito que ayuden a que la gente tome conciencia. Este sábado, según me cuenta Francesca, estarán en la playa Las sombrillas. Avisados están.


Escrito por

Carlos M. Sotomayor

Escritor y periodista. Ha escrito en diarios y revistas como Expreso, Correo, Dedo medio, Buen salvaje. Enseña en ISIL.


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