Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR
Uno establece relaciones particulares con ciertos libros. Por ello, ésta no es una reseña convencional, sino más bien un testimonio personal de mi lectura de Gato encerrado, el célebre libro de Fernando Ampuero en el que reúne una serie de crónicas, reportajes y entrevistas. La data bibliográfica nos dice que se publicó por primera vez en 1987, bajo el sello de Peisa.
Sin embargo, aquel libro llegaría a mis manos algunos años después, ya entrada la década de los noventa, durante el intersticio de tiempo entre la finalización de la secundaria y el inicio de los estudios universitarios. En ese sentido, Gato encerrado se convirtió en un libro clave. No en la vocación periodística –cuyo origen apunta en otro sentido–, sino en la construcción del tipo de periodista que quería ser.
Ampuero reúne una selección de textos periodísticos producto de su trabajo en el semanario Caretas o en los programas televisivos Documento y Uno más uno. Así, uno encuentra una serie de historias sobre personajes marginales (prostitutas, delincuentes, entre otros) o cantantes populares, como Rubén Blades, por ejemplo. Personajes atractivos, sin duda. Pero más allá de eso, resalta, en el caso de todos estos textos, la acuciosa mirada del cronista para ver más allá de lo evidente y el diestro manejo de una prosa directa, pero con fraseos tan deslumbrantes como reveladores.
En uno de sus textos, Ampuero dice: “El toreo es un arte que se hace en soledad. Como las grandes hazañas, como la propia muerte”. Y me recuerdo, en aquellos años juveniles, subrayando este tipo de frases y después comentándolas con un amigo, mi gran amigo M, con el que aspirábamos a escribir así de bien. Frases que con apenas unas palabras iluminan una idea, un concepto o describen a un personaje. “Tola, en ese instante, podría encarnar una de las figuras de Modigliani. Flaco y carilargo, inmóvil en su butaca, escruta el suelo, el techo o mi cuaderno de notas”, escribe en el perfil que hace del pintor peruano José Tola, uno de mis favoritos.
Si hablamos de textos predilectos, debo confesar que en mi caso se trata de aquellos que tienen a escritores como protagonistas. Por ejemplo, la entrevista al argentino Ernesto Sabato en el que, en apenas unas líneas, lo describe de manera profunda. “Sabato frecuenta los abismos del alma humana y cultiva la pasión, sea cual fuere el signo que se le imponga”. También aquella a nuestro querido Julio Ramón Ribeyro, en el que dice: “A Ribeyro lo confunden con un hombre modesto o, peor aún, indiferente. Ignoran que es un hombre resignado a su fama”. Siempre suelo releer, además, aquella entrañable crónica sobre los previos a una entrevista a Jorge Luis Borges o aquella a Gabriel García Márquez, donde da cuenta de la singular y divertida manera de conseguir conversar con él. Incluso, la fallida entrevista al poeta beatnik, Allen Ginsberg, que por problemas, digamos, técnicos se redujo a la transcripción de una pocas preguntas.
La nueva reedición que el grupo Planeta ha lanzado de Gato encerrado (Tusquets, 2023) me ha permito, más allá de la relectura, reencontrarme con un libro importante que no solo es uno de los antecedentes de lo que hoy llamamos periodismo literario, sino que, me aventuro a decirlo claramente, debiera ser lectura obligatoria de todo periodista de la pluma o todo aspirante a serlo. Casi como un antídoto contra el lugar común, la frase mal hecha o el mal gusto en general.
- gato encerrado (tusquets, 2023)